"No miremos, pues, nunca atrás, miremos siempre hacia adelante, porque adelante está nuestro sol y nuestra salvación; y si es permitido, si es útil y necesario volver nuestra vista al estudio de nuestro pasado, no es más que para comprobar lo que hemos sido y lo que no debemos ser más, lo que hemos creído y pensado, y lo que no debemos creer ni pensar más, lo que hemos hecho y lo que no debemos volver a hacer."
Hoy suena: Elvis Presley - A Little Less Conversation
A little less conversation, a little more action please
Pero si a alguien resulta complejo encontrar el adecuado, es al político: fácil por su gran versatilidad y difícil por tantas opciones; la abundancia es un problema. Un disfraz para gobernar, otro para opositar, éste para inaugurar, aquél para clausurar, éste de concejal, aquél de presidente autonómico.
Fíjense en Montilla, por ejemplo, como ministro le erizaba la piel ese himno que hoy le escarpia el pelo. Cierto, también hubo quien encontró en el disfraz un traje a medida y terminó adaptando alma y cuerpo con dietas ideológicas y ejercicios físicos, como Aznar que, disfrazado de intelectual, permanece en el mundo de las ideas para irradiar sabiduría periódicamente, o González que, revestido de Pontífice, habita su particular Vaticano desde donde imparte bendiciones 'urbi et orbi' y crea joyas «puro arte».
En la triste realidad actual, no por los artistas -que también merecerán homenaje-, sino por la crueldad espacio-temporal, hay diversidad de carismas. Zapatero tiene fondo de armario: Bambi, orador -de(s)ayuno-, 'plañificador' experto en crisis, y quizá le convenga unir apellido y tarea para remendar esa suela rota de tanto correr tras Italia y Francia. Rajoy, en cambio, merece darse una alegría, traje de flores terapia para esa morriña tan suya y evitar, de paso, nuestro bostezo, o la toga de Demóstenes a fin de descubrir que oratoria y entonación pueden ser amigos para siempre. Quien renuncia -al fin será él- es Laporta, llamado a salvar Catalunya, obligado a vivir como president de mucho-más-que-un-club y harto de tanta careta sale al escenario para reencarnarse en Companys.
El panorama nacional tiene otras joyas como Revilla, que reniega del apellido chacinero para vestirse de pescador de anchoa; Camps, animal político, que prefiere la adaptabilidad camaleónica, o Barrera que, erre que erre, insiste con su apellido.
En Asturias tampoco desmerecemos. Ovidio quizá recupere el aire 'hippy' sesentayochesco y se desmelene; acaso Javier Fernández salga de la cueva para decir que Mudito era solo un disfraz; a lo mejor, Gabino recupere materia y vuelva al Pleno que hoy preside espiritualmente, y Ana Rosa (Migoya), a quien el traje de consejera le sienta genial, persevere a falta de concretar una nueva cartera