miércoles, 29 de julio de 2009

Todo es horrible, o terriblemente bello

"El mayor delito es el suicidio, porque es el único que no da lugar al arrepentimiento."
Alejandro Dumas.

-----------------------------------

Anochece. Los últimos rayos de sol golpean mi rostro, mientras el lamento de un violín danza alrededor de mis oídos. Abro los ojos y observo: una habitación vacía. Creo que es hora de terminar. Algunas dudas rondan por mi cabeza, pero las disipo con un solo pensamiento: no merezco existir. Mis manos ansían la empuñadura de la katana, la vieja compañera a la que ahora vislumbro unos segundos. Contemplo su filo de hielo que viaja entre el azul y el argenta adornado con refulgentes inscripciones doradas y su empuñadura, de la caoba más agraciada. Abrazo la gélida mano de la hoja, sabiendo que por fin me libraré de los remordimientos que cada noche me asfixian… y podré descansar en armonía. Presiono la katana sobre el vientre, y justo cuando percibo la helada mordedura de la espada congelando mi piel, escucho una voz femenina que interrumpe mis pensamientos, la música, el paso del tiempo… paralizados todos, como en un cuento.

-¿Estás seguro?

Dejo de notar la indomable garra de metal en el vientre, y alzo la cabeza para contemplar a una mujer que se encuentra enfrente de mí. ¿Qué hace ella en mi casa? ¿Cómo ha entrado aquí? Desconozco su identidad… la aprensión nubla mi mente. ¿Cuánto tiempo lleva observándome? Minutos… tal vez horas. Mis ojos chocan por primera vez con sus iris verdes, y siento un escalofrío que se escurre por mi estremecido cuerpo, sin saber muy bien por qué. Quizá sea por la determinación y la autoridad que emana su penetrante mirada, que parece filtrarse de manera traicionera en mi mente. La examino con detenimiento, más por precaución que por curiosidad. Parece que ella también lo está haciendo… pero no dice nada. Me limito a asentir con la cabeza.

-¿Por qué?

De nuevo silencio. Bajo la cabeza para ver el milimétrico corte que adorna el vientre, sin alcanzar su cenit. ¿Por qué quiero suicidarme? He pensado tantas veces en ello y no he encontrado aún ningún motivo lógico… pero quiero hacerlo. La chica vuelve a hablar, desvaneciendo mis pensamientos.

-¿No lo sabes? –pregunta- ¿Por qué lo haces, entonces?

Vacilo unos instantes. Los argénteos tentáculos de la Luna acarician con ternura el rostro de la misteriosa visitante.

-Odio vivir.

Ella me mira con renovado interés. Siento como si fuera un mísero animal atrapado en un atroz y sádico juego al que no pudiera negarme a participar.

-No puedes odiar la vida. Es como si negaras las bases que sustentan este mundo.
-No he dicho que abomine a la vida en sí. Simplemente aborrezco mi existencia. Sólo me ha traído una lóbrega, melancólica y taciturna amargura que ha ido enturbiando mi agónico corazón día a día, y no quiero que se siga expandiendo. Mi único deseo es terminar con todo.

Desconozco la esotérica justificación de por qué ha aparecido esa enigmática mujer en mi habitación… pero ya no me atañe. No permitiré que mi angustiosa pesadumbre siga dilatándose por más tiempo.

Oprimo con fuerza la espada contra mi vientre… pero la katana ya no está en mis manos. A decir verdad, hace rato que ya no está en mis puños, pero acabo de darme cuenta. Vuelco la cabeza, buscando el nefasto artefacto, y mis ojos se postran ante mi hermosa y melindrosa espada, mientras la mujer la sostiene con enjundia en sus manos.

Contemplo atónito a la misteriosa mujer, mientras la anarquía y el caos irrumpen en mi psique. Intento cuestionar cómo ha realizado semejante hazaña, pero solo llego a gesticular unos leves balbuceos. Ella se ríe.

-Así que esta es tu katana… Make.

¿Cómo demonios conoce el nombre de mi espada? ¿Acaso ha estado observándome durante tiempo?

-¿Sabes qué significa la palabra “Make”, chico?

Permanezco en silencio, corroído por la vomitiva incertidumbre de ser un juguete en manos de una extraña. Niego con la cabeza.

-Make es una palabra japonesa que significa “derrota”. Un nombre de lo más apropiado, si tenemos en cuenta lo que intentabas hacer con ella, ¿verdad chico? Sí… parece ser que finalmente has sido derrotado por el cruel y surrealista juego que es la vida.

Hago caso omiso de sus palabras mientras examino detenidamente a la extraña visitante. No puedo apartar la vista de ella. Su rostro inocente, contrasta con su largo y desaliñado cabello que le llega hasta la cintura, dándole un matiz salvaje al aspecto de la chica. Mi mirada sigue enganchada a sus ojos de aceituna.

-¿Quién eres tú?

Suelta una sonora carcajada, vigorosa y dinámica.

-Quién soy yo… es una buena pregunta. La verdad es que no tengo nombre… no lo necesito… aunque si te es más fácil conversar conmigo, puedes llamarme Kokoro.

Kokoro. Su mera mención reclama la atención de mis sentidos.

-Veo que no conoces el significado del nombre… te echaré una mano.

Espero imperturbablemente a que la mujer continúe. Al cabo de unos segundos, escucho el crepitar de unas hojas detrás de mí. Doy media vuelta con incertidumbre para encontrarme con un insólito libro cuyas páginas se alternan solas. Intento convencerme de que el ejecutor de tal incoherente hazaña es el viento, mientras vuelvo a observar a Kokoro, la cual parece impaciente por que lea el incognoscible mensaje que oculta el texto. El céfiro ha cesado, permitiendo al libro detenerse en una página determinada. En ella, sólo se dice:

Kokoro, corazón (núcleo espiritual humano) - alma - mente”.

Miro extrañado a la chica que se hace llamar “Kokoro”. ¿Qué intenta decirme? ¿Núcleo espiritual humano? ¿Se mofa de mí? Intento reflexionar y tratar de averiguar a qué se debe tan inhumana penitencia en los últimos suspiros de mi luctuosa existencia. Alzo la cabeza únicamente para descubrir la decepción y el desengaño en la mirada de la mujer.

-Vamos. Te creía mas avispado. ¿Quién crees que soy?

Una momentánea idea cruza mi mente al igual que las exhalaciones traspasan el imperecedero y perpetuo universo.

-¿Eres… Dios?

Sus estridentes carcajadas vuelven a inundar la habitación. No me regocijo de sus bufonadas que calan con fuerza en mí vanidad, y la paciencia que suele caracterizarme comienza a disiparse.

-De verdad chico, qué ideas más disparatadas. ¿De verdad crees que soy Dios?
-No puedo saber quién o qué eres. Lo único que puedo conjeturar es que tu único esparcimiento consiste en mortificarme antes de alcanzar mi tregua eterna.

Me contempla con una sonrisa de oreja a oreja. Parece deleitarse con nuestro estrambótico diálogo.

-Mis designios no son afligirte, chico. Solo deseo que halles mi verdadera identidad.

Ya no siento curiosidad por ella. Sus diabólicas carcajadas y sus ambiguas preguntas me han desmembrado mi entereza como si de un sádico verdugo se tratara. Si pudiera coger a Make y borrar esa estúpida sonrisa de su rostro…

-No hace falta que lo intentes chico.
-¿Qué?
-No es necesario que pruebes a atravesarme con tu espada.

¿¡Cómo demonios ha podido adivinar eso!? ¿Puede leerme la mente?

-No es preciso porque… ya estoy herida de muerte y nadie puede salvarme.

La chica deja de sonreír y aparta su pelo del vientre para mostrarme un profundo corte supurante de sufrimiento, dolor y sangre. Contemplo horripilado el estigma que Kokoro parece sobrellevar consigo, mientras intento contener el convulsivo contenido de mi estómago. El arrebato de cólera que antes invadía mi organismo se había desvanecido con la misma rapidez que había brotado.

-¿Por qué permaneces impasible, chico? Hace un instante deseabas atravesarme con tu espada. Ansiabas de todo corazón engendrarme un corte similar al que poseo yo ahora.
-¡No iba a hacerlo! ¡Tendrías que haberme dicho que estabas herida!
-Sí que ibas a hacerlo. No hay ningún motivo para que quieras salvarme. ¿O sí?

Intento aclarar mi mente. Ella tiene razón. Hace unos instantes estaba lleno de ira asesina, y al ver la herida, ese insaciable frenesí se ha desvanecido completamente dando lugar a… ¿remordimientos? ¡¿Por qué?! ¡Yo no le he hecho esa herida! ¡No tengo motivos para sentirme culpable, y, sin embargo, noto cómo me corroen las entrañas, devorándome lánguida pero ávidamente.

-¿De verdad? Entonces no has comprendido nada.
-¡¿Qué?! ¡¿Qué demonios he de comprender?!

Kokoro se toma su tiempo en contestar. No parece segura de qué decirme. Tras un par de angustiosos minutos, se digna a contestar… y la respuesta, me coge por sorpresa.

-Has de entender… que tú eres el causante de mi herida.

Sé que es cierto. Mi corazón sabe que yo he sentenciado el sino de la mujer, y la languidez de los remordimientos se desvanece para dar paso a un torrente de culpa que abrasa el interior de mi cuerpo en su totalidad.

-No… -intento decir, con voz temblorosa- eso es imposible…. ¿Cuándo… cuándo lo he hecho?
-Obviamente cuando te has clavado a Make.
-Pero si no me la he clavado. Solo me he hecho un simple rasguño… ¡además, eso no tiene sentido! ¡¡Tú todavía no existías!!

Lanza un suspiro de exasperación. Parece decepcionada.

-Siempre he existido, chico. Perennemente he estado a tu lado, alimentándome de los exiguos conocimientos que has llegado a ofrecerme.

Su mirada se manifiesta más intensa que nunca, y me siento desnudo a sus ojos.

-¡Vamos! Parece mentira que seamos la misma persona.

La miro un momento a los ojos, impasible. Durante un instante que parecieron eones desde mi percepción, intenté procesar la información recibida.
-¡¿Que somos qué?!

Sonríe y suelta una pequeña carcajada risueña. Empieza a pasearse, jugando con mi espada.

-Somos el mismo ente, chico. Tenemos la misma identidad. ¡Somos la misma puñetera persona! ¿Lo vas cogiendo?

Un rayo de luz ilumina el interior de mi cabeza. Empiezo a relacionar todos los datos…

-Kokoro… creo entender por qué te haces llamar así. Entonces, ¿eres mi alma?

Asiente con una sonrisa de satisfacción en los labios.

-Algo así, chico.
-¿Y por qué… por qué estás aquí?
-Para hacerte entrar en razón…

Tras esta inquietante revelación, se hace el silencio. Ella espera a ver mi reacción mientras yo intento dilucidar mis pensamientos, que se emergen a la misma celeridad que desaparecen.
-Pero… pero Kokoro… yo ya he decidido qué hacer con mi vida… no quiero… continuar con mi sórdida existencia.

Entonces ella se levanta y, para mi sorpresa, me abofetea con fuerza. Me llevo la mano a la mejilla, observando a Kokoro con miedo.

-¡Eres idiota! ¡Las vidas no se desperdician así como así, crío estúpido! ¡Puede que la vida sea efímera, difícil y en ocasiones cruel, pero no es motivo para prescindir de un don tan preciado!

Suspira y parece calmarse. Su voz se torna tranquila cuando me habla.

-Lo que hiciste en el pasado, chico, no puedes remediarlo. Cometiste un error… pero tu vida no es el precio a pagar por ello, pues ella tiene un valor incalculable. No mueras para cesar tu sufrimiento. ¡Lucha para redimir tus pecados! ¡Transforma tu vida en lo que siempre has deseado!

Las verdades que manifiesta caen sobre mí como un jarro de agua helada, y mis lágrimas, convertidas en crisálidas de escarcha, se deslizan por mis mejillas. Caigo de rodillas ante Kokoro.

-Yo… Kokoro… perdóname.

Ella sonríe pero no habla, permitiendo que se perpetúe mi disculpa.

-No puedo continuar con esto. No quiero morir, Kokoro. Eres…mi alma… y puedo apreciar que no quieres morir. No puedo negar lo que mi propio corazón desea…

Kokoro se levanta, con Make en la mano y se acerca lentamente hacia mí.

-Veo que has comprendido… lo que quería decir. Es una lástima que sea demasiado tarde.

No tengo tiempo para contestar, pues la mordedura de Make desgarra mi vientre, y la sangre comienza a deslizarse a través de la herida.

-Debiste comprenderlo por ti mismo, antes de desperdiciar tu vida. ¿No lo recuerdas?… estoy herida de muerte y nadie puede salvarme. Ni siquiera tú, pues Make ya exploraba tus entrañas antes de que yo apareciera. Has cometido un último error, y has pagado un precio demasiado alto. Adiós chico… espero que nos volvamos a encontrar en el más allá.

Observé cómo Kokoro se desvanecía lentamente mientras la vida se escurría por mi entumecido cuerpo, sin embargo no estaba asustado. Le dediqué una sonrisa a Kokoro… más bien, mi primera sonrisa en muchos días… y la última. Y ella supo que afrontaba mi propia muerte; y fue justo en ese preciso instante cuando comprendí de un modo claro, diáfano, sin dudas ni pesares, sin remordimientos y con la lucidez inteligente del último segundo de existencia… el verdadero valor que tiene la vida.

Hoy suena: Enrique Bunbury & Nacho Vegas - No fue bueno, pero fue lo mejor

4 comentarios:

DamagedBrainzs dijo...

uau.... solo puedo decir... que me has dejado sin palabras...


increíble....

Ashbringer dijo...

Lo había empezado a escribir hace casi un año, y el otro día cuando me fui al pueblo no se por qué me había llevado la libreta donde lo tenía escrito y me dió por acabarlo xD

Eso si, el final tiene un olor a emo que no me gusta nada :S

DamagedBrainzs dijo...

hahahha, bueno, podría ser...

aún así, muy bueno :D

Wilhelm dijo...

No me jodas. Me lo has robado, mamón!

¡Eso lo escribí yo hace la tira de tiempo, y el título era Seppuku!

¡Ten la decencia de borrarlo o de reconocer la autoría!