domingo, 22 de febrero de 2009

Desesperación

Creo que ya subi este texto en otro momento, pero ahora mismo no recuerdo xD

¿Amor? ¿Amor fue lo que sentí? ¿Acaso no era una ilusión? Te pude conocer… ¿me conociste tú? No lo sé, ni nunca más volveré a saber de ti. ¡Oh, cruel destino que me separó de ti! ¿No debería haber ido yo contigo? Quizá… Pero ahora, entre estas cuatro paredes, lloro. Me encierro en mis libros y lloro. Y al mirar por la ventana, observando detenidamente los copos de nieve al caer, lloro. No lloro por ti, amor, sino por lo que pude perderme sin estar junto a ti. Y ahora, alzando la cabeza y jurando ante los ángeles de ese techo semidesnudo que me miran con melancolía, me confieso ante Dios de mis pecados. Todo lo que hicimos alguna vez juntos, todo lo que me enseñaste, lo que me susurrabas al oído, no lo he olvidado. Y acercándome a la ventana cada día, la abro de un tirón. Y susurro, susurro a aquel aire gélido del cuál todos los días tus besos me separaban. Susurro, en un intento desesperado de acercarme a ti, de seguirte a donde fueras.

Lo siento, no puedo, llorando en esta mansión me tienen, sin dormir, comiendo y vomitando mis recuerdos junto a ti una y otra vez. No puedo olvidar. No, a no ser que… ¡pero no! ¡No me dejarán! No quieren que me vaya de aquí, quieren encerrarme, quieren torturarme el alma. El alma, aquello que agonizó una vez, ya no ha vuelto a hablarme. Lo sé, quieren mi muerte, la desean. Pero no podrán hacer nada. Te tengo a ti, amor, te tengo a ti, y no me podrán tocar mientras tú a mi lado estés. Necesito salir, tocar la nieve, abrasarme con el hielo, y recordar. Seguir recordándote. No quiero olvidar.

Y aun así, lo haré. Aquí encerrado, agonizando por locura. Sin ninguna mano a la que asirme ni oído al que contar mis penas. Solo te tengo a ti, en mi cabeza. Y vuelvo una y otra vez a repasar mi vida. ¡No quiero! Sé que no volverás. ¡Pero me obligan! Dicen que así será la única manera de que consiga olvidarte. ¿Cómo? Tu voz, tus miradas, tus caricias quedaron grabadas a fuego en mi alma.

Lo noto. Sé que el pánico me invade. Tengo miedo, tengo auténtico terror de que te hayas olvidado de mí. No puedo creerlo, ni quiero pensarlo. Pero algo me dice que me sigues odiando. ¿Por qué? ¿Tan difícil te resulta olvidarlo? ¡Perdóname! Sin tu perdón yo me muero. ¡Háblame! Sin tu voz yo me hielo entre la melancolía y la desesperanza. ¡Mírame! Sin tus ojos yo no puedo abrir los míos.

Yo te recuerdo. Recuerdo los momentos que pasamos en lo más hondo del pozo de Cupido. ¡Oh, Cupido! ¡¿Por qué me ha abandonado?! Él fue quien hizo que nuestras miradas se cruzasen, quien hizo que mi mano acariciara a la tuya mientras me susurrabas al oído canciones de amor. Fue él quien planeó nuestros viajes a mil y un lugares, a cada cuál te amaba más mientras conocía cada uno de los detalles de tu ser. El mismo ángel de la añoranza que nos miró al darnos nuestro primer beso, en el que nuestras almas se fundieron en una sola y nuestros corazones latieron al unísono. Él fue quien nos dio fuerzas en los momentos difíciles, en los que sólo nos teníamos en pie gracias a tu constancia y seguridad. Todavía recuerdo tus pasos libres y seguros mientras caminábamos abrazados por el parque.

¡Hemos vivido tantas cosas! Entonces… ¿por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste en este mundo sólo y desamparado? ¿No nos amábamos? ¿Dónde quedó ese amor? ¡No puedo pensar! ¡El dolor me corroe el corazón! ¡Respóndeme! ¿No entiendes que no puedo vivir sin ti? ¿No era tu amor verdadero? ¿O quizá el mío no era lo suficientemente entregado? No… No puede ser… ¡yo te amaba con toda mi alma! Mataría por poder verte una vez más, por sentir tu pasión en mi boca de nuevo, por volver a tocar tu cabello durante horas. ¡Moriría sólo por ti! Moriría sólo para poder saber algo de ti Te necesito.

Y aun así… te perdí… lo perdí todo… ¿Qué nos separó? ¿Qué deidad desearía la muerte y la locura a dos amantes como nosotros? Ahora me desespero y clamo al cielo: “¡¿Por qué dejaste que ocurriera?!” Repito una y otra vez, agitándome, volviéndome loco por la angustia de un destino como el nuestro.

No… Sólo yo tuve la culpa. No pude hacer nada. Te dejé ir, como una madre deja marchar a su hijo emancipado. ¿Por qué? Ni yo lo se. Sólo se que no merezco una vida contigo. No pude cobijarte entre mis brazos, y abrazarte para que no te fueras. Sé que no debo, pero cada día que pasa deseo más que vuelvas, que te quedes junto a mí. Olvidar el pasado, regocijarnos en nuestra dicha, y volver a abrazarnos sonriendo mientras hacemos fluir nuestras miradas.

¡Pero no me dejan! ¡Me despojaron de mi libertad cuando te fuiste! ¡Y no me es posible salir! Y aún así, al ver el sol amanecer, rasgando mis ropas, lloro, y le pregunto al mismo sol el porqué de esta luz suave y clara, cuando debería estar de luto, oscura… negra como la muerte. Y cuando veo las ramas de ese árbol, hermano del edificio, que irrumpen en la habitación por la ventana, me postro ante ellas de rodillas, suplicando una respuesta a mis súplicas, ¿por qué no guardan silencio, dejándome velar tus recuerdos en paz?

Llorar. Sólo me queda llorar. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Sé que no volverás. Y aún así suplico al mundo que te devuelva a mi lado. Soy egoísta, quiero tenerte, sin hacer nada por conservarte. En el fondo de mi corazón… sé… que no me amabas. Sé que te fuiste por eso. Y aun así, quiero que vuelvas a mi lado, quiero tener otra oportunidad, quiero al menos atisbar una porción de ese inmenso amor que me mostraste antaño. ¿Sólo me mostraste? Me destrozo el alma intentando imaginar que no fue solo una actuación, que fue amor de verdad. Aunque en el fondo sé… que no me amabas.

¡Amor! ¡No te vayas! ¡No me dejes a merced de estos locos! ¡Ya vienen! ¡Se acercan! Están aquí… no… no puedo… recordar…

¡Ah! Ahora lo comprendo. Lo siento, amor. Lo siento, mi vida. N-no… no podré hablarte más, porque mancharía tu honor perdido. Ahora que lo sé… no puedo ni mirarme. Me lo han contado, me lo han contado todo… Los problemas entre nosotros… Las discusiones… Los gritos… Ahora sé, al fin, porqué no estás junto a mí. Porque yo lo hice… porque… porque yo te maté.

1 comentario:

Portinari dijo...

Ay, una vuelta de tuerca justo al final. Qué cosas.