lunes, 10 de marzo de 2008


Era media tarde, el sol palidecía, y la amable noche asomaba. Bajo un árbol cuyas ramas ya desnudas se mostraban, sentado sobre una roca, a un lado del camino.

No había pasado alma alguna por aquel lugar en mucho. Seguía esperando, sosteniendo una pipa en una mano, y una copa en la otra. Continuamente, se veía mover la cabeza de un lado a otro, para asegurarse de que no viniese nadie.

Estaba cubierto por una capa negra, aparte de esta asomaban unas manos pálidas, y parte de un rostro demacrado, de facciones finas y simples.

Su piel, que parecía de mármol, tenía un tenue brillo bajo aquellos oscuros ropajes. Su paciencia era admirable, no mostró señal alguna de tedio o aburrimiento.

Finalmente, al fondo, tras algunos árboles bajo los que el camino se perdía, apareció una figura. Caminaba a un lado del camino, no propiamente sobre este. Traía en sus manos una vela encendida… pero esta estaba invertida, con el fuego sobre la base, y la punta apagada.

Aquel ser camino hasta estar suficientemente cerca del abandonado que residía sobre la roca, el cual, inmediatamente reacciono. Sus manos se alzaron, mientras se levantaba. Sobre el cuello desnudo del recién llegado una afilada hoja curvada se poso, pero no causo daño alguno a este.

El encapuchado alzo la vista levemente, contemplando al visitante con aquella vela encendida al contrario. Sus ojos, de un resplandor azul, mas profundo que el propio mar, el otro respondió devolviéndole la mirada, cuya vista también brillaba bastante.

- Siento molestarte, ¿no debería haber venido ya el “siguiente”?... Por un momento te confundí con el –

La voz del encapuchado era serena y algo monótona. Calmada, como la voz de un joven hombre que por suerte o destino goza de una sabiduría que solo es digna de los más ancianos.

- Me ofendes, yo no soy ese ¡Que te sucede! ¡Ni tu puedes discernir la cordura de la locura, o el placer del dolor! ¿¡Solo yo se que es eso, no lo ves!? –

Aquel ser dejo que la luz de su vela se apagara, y la guardo enseguida. El encapuchado retiro su mortal hoja, guardándola de nuevo. Retiro su capa, y hablo así.

- Claro que lo veo. Así mismo, yo veo mas halla de la débil línea entre lo que vive y lo que muere… entre lo inmortal y lo mundano. Pero dime, ¿Qué ha sucedido con el que tenia que morir aquí sobre este camino insignificante? –

- Ha muerto – Contesto el otro.

- Parece entonces que no a sido necesario mi toque, y mi hermana se ha encargado de el. Vamos pues, ¿No deseas que visitemos alguna ciudad, como en otros tiempos? –

Ambos seres pusieron rumbo hacia la aldea más cercana. El encapuchado, de capa negra, piel de plata, y ojos azulados, llevaba también unos brazaletes que recordaban la luz de la luna. Tenía el cabello largo, ahora que asomaba, negro como el ébano. Su rostro joven no reflejaba la mortal antigüedad de su esencia.

El resto de su atuendo no se veía, por aquella mortaja que llevaba encima. Se fue junto al caminante de la vela invertida, rumbo al caos. La muerte y la locura.

No hay comentarios: